Un giro hacia la música disco y electrónica de los setenta
En 2017 juguetearon con los microtonos, el spoken word, el jazz y la polirritmia antes de, sobre la bocina, sacar aquel “Gumboot Soup” donde el grupo repasaba la enorme variedad de sonidos con los que habían experimentado, dejando a su vez las puertas abiertas a nuevos caminos por los que adentrarse. ¿Podríamos decir, por lo tanto, que nos esperábamos lo que acabamos de escuchar? Ni de cerca.
“Cyboogie” supone una renovación bastante sorprendente en el sonido de King Gizzard & The Lizard Wizard. La esencia sigue ahí: los riffs machacones y las repeticiones de frases y palabras sencillas enfatizando cada compás, las idas de olla psico-espaciales, estirar los temas para conseguir hacernos entrar en un estado hipnótico gracias a sus estribillos tan contagiosos… Sin embargo, el sonido y la instrumentación pegan un giro hacia la música disco y electrónica de los setenta, incorporando elementos de Kraftwerk y de los Daft Punk más bailables, con mucha mayor presencia de teclados, baterías más cercanas a beats e incluso voces hasta arriba de vocoder. No es la primera vez que coquetean con el funk, ya que anteriormente nos han presentado piezas como “Bitter Boogie” (“Paper Mâché Dream Balloon”, 2015) o “Mr. Beat” (“Nonagon Infinity”, 2016), pero hasta ahora nunca lo habían atacado de manera tan directa y con unas referencias tan claras a la vez que consiguen mantener su identidad.
Es gratificante ver que, después de haber lanzado cinco discos en un año, King Gizzard & The Lizard Wizard se niegan a quedarse estancados y siguen poniendo al límite su sonido. Pero lo más importante de todo es que siguen siendo tan rematadamente divertidos como siempre, y esos “Cyboogie, cyboogie” ya pasan a formar parte de los “Rattlesnake, rattlesnake”, los “Gamma knife, gamma knife” y los “Balrog, balrog” tan coreados en sus directos.