La ambición limitada por la pereza. Kasabian hacen honor a la famosa frase de Charles Bukowski en su esperado regreso con un trabajo con pocas novedades. El grupo de Leicester siempre alardeó de su hooliganismo y de tomarse poco en serio el negocio de la música. Lo pasaban bien, componían temas exitosos y, pese a beber de bandas como Primal Scream u Oasis, se crearon una identidad –yo mismo he utilizado en más de una crítica el término kasabiano para referirme al estilo de una canción–.
Pero como todos, un día decidieron que tenían que madurar y comenzaron a vender cada nuevo trabajo como si fuera el último gran elepé de Gran Bretaña. A “Velociraptor!” (Columbia Records, 2011) lo apodaron el «OK Computer» del siglo XXI; a “48:13” (Columbia Records, 2014) lo proclamaron el mejor disco que Bobby Gillespie podía haber hecho en este siglo y este “For Crying Out Loud” (Columbia Records, 2017) es la metafórica silla a la que hacía referencia John Lennon cuando hablaba del punto donde una banda se encontraba más cómoda.
«For Crying Out Loud”: la silla cojea
Tom Meighan se ha dedicado a defender el regreso de las guitarras y a pregonar que se encuentran en un momento en el que deben adaptarse a los géneros donde se sienten más cómodos, en otras palabras, a utilizar la silla que puso en escena el malogrado Beatle.
El sexto álbum de Kasabian posee un problema universal: la zona de confort. Tras «48:13”, el LP más experimental de la banda y por el que fue criticado duramente, Tom Meighan se ha dedicado a defender el regreso de las guitarras y a pregonar que se encuentran en un momento en el que deben adaptarse a los géneros donde se sienten más cómodos, en otras palabras, a utilizar la silla que puso en escena el malogrado Beatle.
Al igual que como cualquiera de nosotros prometíamos tras un suspenso que estudiaríamos más y en el momento de la verdad la fuerza de voluntad perdía todo su vigor, los ingleses saben de sobra lo que les funciona y cómo les funciona, y por ello su nuevo álbum es un compendio de temas que podían haber pertenecido a anteriores trabajos y haber pasado totalmente desapercibido en ellos.
Kasabian se caracterizan por haber tenido buenas composiciones en todos sus álbumes, perfectamente liderados por unos singles que les han otorgado una carrera hasta el momento envidiable. Si además añaden un potente directo y un notable vacío artístico y generacional que los copaban a la cima del rock alternativo británico, tenemos a un cabeza de cartel sobrio en cualquiera de los más prestigiosos festivales del mundo. No podemos decir que estén en caída libre porque siempre se han encargado de mostrar una imagen desenfadada, pero cuando han decidido jugar a ser maduros –o presumir de jugar a ser maduros– es dónde se ven las taras.

Los ingleses saben de sobra lo que les funciona y cómo les funciona, y por ello su nuevo álbum es un compendio de temas que podían haber pertenecido a anteriores trabajos y haber pasado totalmente desapercibido en ellos. No podemos decir que estén en caída libre, pero cuando han decidido jugar a ser maduros –o presumir de jugar a ser maduros– es dónde se ven las taras.
«III Ray (The King)”, tema de apertura, sigue la estela de «48:13”. Abandonados a la electrónica, nos encontramos ante una composición trepidante, pegadiza y festivalera que ya ha lapidado por completo la fábula del ‘lobo que viene a por las ovejas’ de Meighan. «You’re In Love With A Psycho” supuso el primer single lanzado. Posee toques más guitarreros y más identificables con los primeros Kasabian. Entre una mezcla de LCD Soundsystem y Empire Of The Sun, el track funciona bien en este proyecto, aunque no está a la altura de sus mejores trabajos, y en cualquiera de sus primeros elepés hubiera pasado sin hacer ruido.
«TwentyFourSeven” sigue la estela de «You’re In Love With A Psycho», reflejando sin duda la silla en la que más holgados están los de Leicester. «Good Fight” pretende sonar a Bowie del mismo modo que si Adam Sandler hubiera pretendido protagonizar Los Puentes de Madison. Y me gustan tanto Adam Sandler como Kasabian, pero cuando ambos se ciñen a sus limitados estilos. Mientras en «Wasted” vuelven los tintes electrónicos, con Supergrass –y en mi daltónico oído, el «Do It” del grupo toledano The Sunday Drivers– merodeando por la melodía, pasamos a «Comeback Kid” (tema elegido para sonar en el videojuego de fútbol donde en todas las ediciones suena una canción de Kasabian) y encontramos la soltura explosiva de «III Ray (The King)”, por lo que es seguro que ambos sonarán en la inminente visita de la banda al FIB.
En su momento fueron valorados por componer temas adelantados a la época y es el precio que están pagando. Siguen sonando a ellos, pero han perdido la frescura que sorprendió al panorama musical hace más de una década.
A partir de aquí, «For Crying Out Loud» mejora de forma ostensible. «The Party Never Ends” conforma una balada que rememora a los Arctic Monkeys de su último álbum y, por ello, representa un tema subjetivo que satisfará a los que compraron el “AM” de los de Sheffield. «Are You Looking For Action?” sería el mejor tema del LP si no fuera por los más de ocho minutos que dura. Aunque en el mismo hay canciones que duran menos de la mitad y se hacen más tediosos, el exceso temporal aminora el efecto positivo de una composición setentera que se apoya en Gillespie y en el estribillo de «Re-Wired”. Con «All Through The Night” vuelve el ritmo lento sin aportar más que «The Party Never Ends» y hace de imberbe telonero del mejor track del disco. Por su parte, «Sixteen Blocks” adquiere tintes psicodélicos tras una base de hip-hop, y es una composición que tranquiliza al fan de la banda y cumple con la tradición: independientemente del rango experimental, en todos los discos hay al menos dos temas resaltables. En cuanto a «Bless The Acid House”, cierra la trilogía festivalera del largo y obliga al asistente al concierto a escucharla varias veces para no encontrarse perdido en la actuación. Por último, «Put Your Life On It” es un muy buen tema que, al igual que pasó con las premisas de «Velociraptor!”, «48:13” y «For Crying Out Loud”, se devalúa por las megalómanas palabras del descarado líder de Kasabian, que la comparó, quizá fruto de la emoción del momento, con «Let It Be” antes de interpretarla en el King Power, estadio del flamante campeón de la Premier League del año pasado.
En definitiva, pese a concebir álbumes descafeinados, la banda cuenta con un importante aval. Aunque vuelven a tener a la crítica en su contra –de nuevo, con razón– saben que allá donde toquen agotarán entradas gracias a la mezcla de temas divertidos y auténticos himnos del siglo XXI, pero están empeñados (teóricamente) en reconvertirse. En su momento fueron valorados por componer temas adelantados a la época y es el precio que están pagando. Siguen sonando a ellos, pero han perdido la frescura que sorprendió al panorama musical hace más de una década. En definitiva, «For Crying Out Loud” es un disco recargado que retrata la ambición desmedida de una banda que siempre se ha desenvuelto mejor en la diversión y banalidad de la música.
6.2
Sin ser nunca grandes letristas ni intentar inventar la pólvora, Kasabian han consolidado una meritoria carrera en la que se han distinguido y han creado una identidad particular. Aquí tratan de huir de la atmósfera electrónica de su anterior LP y volver a las guitarras aunque, quizá sabedores de sus puntos fuertes o quizá por el miedo inconsciente de salir de lo que mejor saben hacer, han compuesto un álbum que se escucha con indiferencia y se olvida con facilidad.
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