Por fin está aquí el disco debut de una de las bandas más asentadas y prometedoras del subsuelo madrileño: Los Nastys. En su portada, letras y atmósfera encontraremos algo de The Cramps, con ese terror de peli de serie B flotando en el ambiente, sonidos del Pacífico Noroeste con reminiscencias a Thee Oh Sees o The Shivas, pero sobre todo, encontraremos once canciones como once catedrales. U once garitos de mala muerte, que es al fin y al cabo el templo al que se debe peregrinar para rendir culto a este grupo.
Dentro de que su estilo pertenece a esta nueva corriente del garage psicodélico con melodías que podrían ser pop por lo adictivas y eficaces, los Nastys se han ido haciendo canción a canción desde sus orígenes una composición de lugar en la que se les reconoce a la perfección. La voz hasta ahora apenas inteligible de Luis Basilio, en este LP se muestra como una baza más de las muchas con las que cuentan, a añadir la guitarra de su hermano Fran, el buen manejo en el bajo de Omar Montalvo, y la batería de Luli Acosta. Y es que los calificativos para este su primer trabajo largo se pueden resumir así: más y mejores Nastys, mejor producidos, mejores letras y sobre todo, igual o mejores canciones que las que les conocíamos.
En su portada, letras y atmósfera encontraremos algo de The Cramps, con ese terror de peli de serie B flotando en el ambiente, sonidos del Pacífico Noroeste con reminiscencias a Thee Oh Sees o The Shivas, pero sobre todo, encontraremos once canciones como once catedrales.
Los Nastys son más de echar órdago sin verlas que de andarse con faroles. Por eso arrancan con “Never Digas Never”, contundente, directa y reveladora como un chupito de tequila a las cuatro de la madrugada. Que no, que no, que no, que no me digas que este disco te va aburrir o a disgustar, porque tendré que decirte que hay malas noticias para ti, amigo. O pasas de los 80 años, o pasas del rock que se hace en las calles de Madrid. O las dos a la vez. Y es que ya “No hay amor en las calles”, sino miradas sucias en cada esquina, sólo puñales en mi corazón y una chica que reparte pastillas. También hay a patadas suciedad y ruido que bien llevados se pueden convertir en maravillas como este segundo tema del disco. Más guitarras descontroladas y garage psicodélico de nueva generación, que tiene su continuación en “Olrait!”. La canción que Ignatius Farray debería adoptar como himno personal es otra bala pegajosa y pegadiza que empieza a certificar que estamos en un disco fuera de lo común. Y eso que lo mejor está aún por llegar. De hecho, a la vuelta de la esquina. De juntar todo lo bueno, que es mucho, que tiene esta banda, meterlo en una ThermoMix y servir el resultado con limón, bien de hielos y extra de coros, el resultado sería algo como “Baby”. Ese deje una pizca más lento que el resto nos vence, pero lo que de verdad convence es el estribillo definitivo que se han sacado los Basilio y compañía: «Porque yooooo quiero viviiiiir, y no moriiiiir sin ensuciarme«. Ni morirme sin escuchar “Noche de Fantasmas con Los Nastys”, dicho sea de paso.
Los calificativos para este su primer trabajo largo se pueden resumir así: más y mejores Nastys, mejor producidos, mejores letras y sobre todo, igual o mejores canciones que las que les conocíamos.
Con semejante poker de inicio, las malas noticias son que es complicada papeleta mejorar lo escuchado hasta el momento. Aun así, “Siguiendo al Coyote” no desentona y el contraste entre su anfetamínica primera mitad y su vaporosa segunda parte evita que caiga en el olvido. Los Nastys pueden enamorar por muchas razones, pero la mejor que se me ocurre es que son capaces de nombrar una canción de su debut con una referencia a los Simpson y quedarse tan anchos. Como su predecesora, “El Sanguinariamiento” vuelve a jugar con la lentitud para acabar desvelándose como la letra con mayor densidad de barbaridades de todo el disco. “Los niños siempre son sabrosos, lo que me gusta son sus ojos” y “cuando acabe esta pesadilla, creo que me voy a inmolar” son ejemplos perfectos de corrección política y elegancia lírica. Con doble ración de psicodelia, “El sanguinariamiento” se gana un sitio en nuestros corazones, y como en el capítulo de la serie, acaba resultando tan gore que enloquece al pueblo.
“Parlamento Elegante” y “Encantamiento bajo el mar” siguen deambulando entre las olas del garage, del rock and roll clásico, y una cantidad creciente de surf. Distorsión para consolidar un sonido propio que llevan fraguando desde sus inicios, hace ya unos cuantos años. Por su parte, “Haçienda” rompe la tónica al tirar de mayor octanaje. Más rápida, más pesada, más amarga y, en resumen, más dura que sus compañeras. Lo más punk que se va a encontrar en este LP, con menos de diez palabras en toda la letra es capaz de poner patas arriba el local, o lo que se le ponga por delante. Y haced caso a Los Nastys que saben de lo que hablan. Ya sabéis lo que dice el refrán: el que no escucha consejos, no llega a viejo.
El rock sucio y nocturno, o lo que es lo mismo, el rock, está a salvo mientras nos quede gente como Los Nastys, que se coronan con este disco como los reyes del nuevo garage en castellano.
Tras esa dosis de simplicidad violenta, el comienzo de “Tigre adolescente” descoloca con una letra elaborada, que se acaba diluyendo en un nuevo estribillo tan efectivo y sencillo como el que más. Los bandazos a la batería de Luli destacan especialmente, recordándonos el dominio que exhibe la argentina a lo largo de todo el largo. En cambio, la última del disco cede el protagonismo a las guitarras de Luis y Fran. Con un nombre como el de “La Lenta”, hay poco más que añadir. Los Nastys van apagando la luz con uno de esos reguladores de rueda, y mientras recogen las cosas y se despiden, nos dejan con unos versos que, lo creáis o no, dejan incluso espacio a la reflexión, amén de una de las mejores melodías de todo el conjunto.
Incluso aunque estemos en una época en la que apenas se ponga en duda, siempre está bien constatar la buena salud de la escena underground estatal. Unos de sus protagonistas son sin duda alguna esta banda crecida en Madrid y que se corona con este disco como los reyes del nuevo garage en castellano. El rock sucio y nocturno, o lo que es lo mismo, el rock, está a salvo mientras nos quede gente como Los Nastys.
8.5 HOT RECORD
Los Nastys se marcan en su debut uno de los discos nacionales del año. Rock con nocturnidad y alevosía para abrir mentes y reventar tímpanos a base de garage, psicodelia y letras violentas, gamberras y geniales.
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